¿Qué precio le cobra la pobreza a nuestros cerebros?
Los niños de ambientes más desfavorecidos generalmente tienen peor desempeño en la escuela.
Esto se puede deber a una mala nutrición, a la situación de estrés por el entorno familiar en el que viven o a la falta de atención que reciben de sus padres, entre otros factores.
Pero un creciente número de científicos sugiere que quizá haya algo más.
¿Puede cambiar la pobreza nuestra forma de pensar?
La BBC analizó este asunto desde cuatro perspectivas con diferentes expertos.
1. Sobrecarga mental
«Pídele a un grupo de personas que memorice una serie de siete dígitos, ¿pueden recordar 7, 4, 2, 6, 2, 4, 9?», propone Eldar Shafir, profesor de ciencia del comportamiento y políticas públicas en la Universidad de Princeton, Estados Unidos.
«Mientras guardas esto en tu memoria de corto plazo, intentando no olvidarlo, tu mente está literalmente llena. Tienes menos espacio cognitivo para otras cosas», explica.
Gran parte del trabajo desarrollado por Shafir sugiere que vivir en una situación de pobreza, teniendo que hacer malabares con los pocos recursos que se tienen y en constante preocupación por cómo vas a llegar a fin de mes se asemeja a tener esos siete dígitos en tu cabeza todo el tiempo.
«Esto hace que se te olviden otras cosas, tienes una capacidad de atención limitada», señala.
En su trabajo por probar la relación directa entre la pobreza y el funcionamiento del cerebro, el profesor ha realizado distintos experimentos.
En uno de ellos, les dijo a personas de escasos recursos y personas bien situadas que tenían que hacer frente a una reparación de su vehículo.
A unos les dijo que iba a costar US150 y para otros la cuenta ascendía a US$1.500, sin importar su posición económica.
A continuación les entregó a todos una serie de pruebas cognitivas.
Al analizar los resultados, Shafir observó que los ricos se desempeñaron igual en las pruebas, independientemente de la cantidad que tuvieran que pagar en el taller.
En el caso de los más desfavorecidos, se desempeñaron mejor cuando la factura del auto era inferior.
La diferencia llegaba a ser de 12 ó 13 puntos de coeficiente intelectual.
«Es una cantidad muy significativa, puede marcar la diferencia entre estar en la media o ser superdotado, por ejemplo».
El experimento de Shafir deja entrever que la inteligencia puede verse afectada a corto plazo por una situación de pobreza.
¿Pero se puede decir que la pobreza produce cambios cerebrales a largo plazo?
2. Mal funcionamiento general
«Me encanta relacionarme con personas mayores», le dice a la BBC Adina Zeki al Hazzuri profesora en la Universidad de Miami que investiga el impacto de la sociedad en nuestra salud
Al Hazzuri estudia el envejecimiento cerebral.
En un principio pensó que se dedicaría a analizar a su gente favorita, los ancianos, pero acaba de concluir un trabajo de seguimiento de 3.500 adultos que tenían entre 18-30 años en 1985.
Durante dos décadas, los individuos dijeron qué ingresos tenían.
«Queríamos medir la influencia de tener bajos ingresos durante un tiempo sostenido sobre la función cerebral», detalla.
Se les sometió a tres pruebas que son muy confiables para detectar el envejecimiento cognitivo.
«Constatamos que las personas que estuvieron en situación de pobreza todo el tiempo durante esos 20 años tuvieron resultados muchos peores que los que nunca vivieron esa experiencia», indica.
Al Hazzuri admite que es difícil establecer qué se produce primero: que el cerebro no funcione bien y entonces uno sea más pobre o al revés.
Para evitar esa incógnita, los investigadores hicieron otro análisis tomando como muestra sólo a personas que tenían un alto nivel educativo y estaban sanas al comenzar el estudio.
«La asociación entre pobreza y función cognitiva se mantuvo», expone la profesora.
«Yo diría que la pobreza cambia sin duda cómo pensamos».
3. Freno al desarrollo
Si antes hablábamos de las personas mayores y el envejecimiento del cerebro, ahora nos detenemos a pensar en los más pequeños.
«Rompe el corazón ver de primera mano el impacto que tiene la escasez en un niño», lamenta Katie McLaughlin, profesora de psicología en la Universidad de Washington.
McLaughlin está especializada en el estudio de niños en sus primeros años de vida, que es cuando el cerebro tiene un mayor desarrollo.
Centró parte de su trabajo en orfanatos de Rumanía donde la situación de los niños era devastadora
«Si podemos entender cómo esta forma extrema de privación afecta al desarrollo cerebral, quizá podamos aprender algo sobre lo que pasa en los cerebros de los niños que crecen en la pobreza», afirma.
En su investigación, McLaughlin constató cómo los cerebros de los niños en peores condiciones se van debilitando, especialmente en las áreas que procesan el lenguaje complejo.
«Los circuitos y conexiones neuronales diseñados para procesar esa información, si no se utilizan, desaparecen», explica.
«Si esto pasa de forma continua y a gran escala, contribuye a un estrechamiento del córtex».
McLaughlin añade que el debilitamiento de la materia gris externa en el cerebro de los niños de los orfanatos rumanos también se ha observado en niños de zonas pobres de Estados Unidos.
La investigadora considera que los cerebros de los niños rumanos fueron dañados por no recibir suficientes estímulos del entorno, porque no se les habló o jugó con ellos lo suficiente.
Y en cierta manera opina que lo mismo sucede con los pequeños estadounidenses.
Sin embargo, la experta reconoce que no puede asegurar al 100% que haya una relación causa-efecto entre la pobreza y el deterioro cerebral.
4. ¿Hay una prueba clara?
«Creo que cada vez hay más pruebas para establecer la relación entre pobreza y cambios cerebrales pero es un campo de estudio relativamente reciente», sostiene Charles Nelson, profesor de pediatría y neurociencia en la Universidad de Harvard.
¿Ha demostrado alguien que la pobreza esté causando cambios en el cerebro de las personas, o simplemente se asocia la pobreza con esos cambios?
«El simple hecho de no ganar una cierta cantidad de dinero no causa nada», opina Nelson
«Es lo que viene relacionado con el hecho de no tener una cierta cantidad de dinero lo que parece causar estos resultados de los que estamos hablando.
«Por ejemplo, la escasez de comida o el no tener buen acceso a la atención médica o el alto nivel de estrés en la familia que puede desembocar en falta de cuidados», dice.
No cabe duda que el interés de la ciencia por descifrar la relación entre pobreza y cerebro está creciendo, pero ya sabíamos que la pobreza es mala para nuestra salud, ¿por qué se presenta como algo novedoso?
«Las herramientas son más sofisticadas y nos permiten mirar en el cerebro, algo que no podíamos hacer hace 10 años», subraya Nelson.
Y aunque sea algo sabido, es bueno que genere atención.
«Unas imágenes bonitas del cerebro parecen tener más impacto que fotografías de niños hambrientos, y creo que hacen ver a las personas que hay un precio biológico que se paga por crecer en la pobreza», concluye Nelson.
¿Recuerdan la serie de siete dígitos?
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