El sismo dejó también unos 10.000 damnificados.
Jiegu está ubicado a unos 4.000 metros de altura y las condiciones climáticas, con temperaturas glaciales, así como lo aislado de la zona complicaron las tareas de los socorristas.
En la ciudad, monjes budistas vestidos con hábitos rojos o azafrán seguían jugando un papel protagonista en la asistencia a los damnificados, sobre todo en la distribución de víveres y en la búsqueda de signos de vida en las montañas de escombros.
En el monasterio de Jiegu, en lo alto de una montaña que domina la ciudad, unos cincuenta monjes cargaban un camión con botellas de agua y con fideos instantáneos para llevarlos a las aldeas de los alrededores.
Si bien este lunes lucía el sol después de lluvias intermitentes, el servicio meteorológico anunciaba malas noticias para los próximos días.
«La nieve, las rutas escarchadas y un fuerte viento amenazan los transportes y las tareas de socorro», declaró el Centro nacional de meteorología.
La población traumatizada por el sismo también debe soportar las réplicas que se han sucedido a ritmo elevado: 1.200 desde el miércoles pasado, según la agencia China Nueva.
Cientos de cuerpos fueron incinerados el sábado por los monjes durante una ceremonia budista, para impedir las epidemias.
El domingo, el presidente Hu Jintao visitó la zona, reconfortando a los sobrevivientes y pidiendo a los socorristas que hicieran todo lo posible para encontrar a sobrevivientes, aún cuando las esperanzas disminuyan.
«Les garantizo que el partido (comunista) y el gobierno ayudará a las víctimas para que reconstruyan las casas y para que los niños reinicien las clases en cuanto sea posible», dijo el presidente, que volvió precipitadamente de Brasil al enterarse del sismo.
af / Reporte360