Hasta ahora, los 283 tomos del archivo del Libertador, declarado Memoria del Mundo por la UNESCO, y los 63 de Miranda reposaban en esa Academia, un organismo independiente compuesto por doce investigadores, algunos de ellos, como su director, Elías Pino Iturrieta, críticos con el Gobierno y su intención con respecto a los documentos.
Mediante un decreto publicado en la Gaceta Oficial el mes pasado, Chávez ordenó el traspaso de la totalidad de los documentos al Archivo General de la Nación (AGN), dependiente del Ministerio de Cultura, en un proceso que debe culminar a mediados de junio y que ha suscitado las reticencias de algunos historiadores.
«Hay una motivación política expresa en el propio decreto (para el traslado de documentos), porque aquí está probado que hemos tratado bien el material. Quieren poner la historia al servicio de la revolución bolivariana», afirmó Iturrieta.
Cartas, oficios, decretos y discursos escritos hace más de dos siglos por los próceres de la independencia venezolana se almacenan en salas especialmente habilitadas, entre 16 y 25 grados celcius y entre 35 a 55 grados de humedad.
Entre los documentos, hay escritos tan valiosos como el original del Discurso de Angostura que Bolívar pronunció el 15 de febrero de 1819.
«Para nadie es un secreto que muchos de los voceros de la Academia son francos opositores al gobierno revolucionario. No es que eso sea un peligro, porque hay libertad de expresión absoluta, pero la historia en manos de gente opuesta es fácilmente manipulable», dijo por su parte el director del Archivo General de la Nación, Luís Pellicer.
Considerados en el mencionado decreto como «la base ideológica de la revolución bolivariana», el pensamiento y memorias de Simón Bolívar (1783-1830) tienen una trascendencia fundamental para la historia de Venezuela, donde se rinde culto al prócer desde mucho antes del proceso impulsado por Chávez.
«Lo que se están llevando es el Evangelio, los originales del Nuevo Testamento», enfatizó Iturrieta, antes de agregar que su «mayor miedo» es «que se haga una lectura canónica o litúrgica de estos documentos».
Pellicer replicó, por su parte: «No necesitamos manipular los documentos. Lo que pasa es que hasta ahora (partes de la historia) han sido silenciadas».
Desde el Archivo se critica una supuesta actitud «oligarca» por parte de los historiadores de la Academia, a los que acusan de promover una versión de la historia «librada por el estado burgués».
Pellicer asegura que, cuando los documentos estén en el Archivo General de la Nación, el organismo trabajará en la promoción de una «historia insurgente», con el pueblo como protagonista.
Los archivos de Bolívar y Miranda (1750-1816) han pasado por distintas manos a lo largo de la historia, en ocasiones por decreto presidencial.
La Academia cuida de los archivos del General Miranda desde 1927, por decreto del entonces presidente Juan Vicente Gómez, y de los archivos de Bolívar desde 1999, por decreto de Rafael Caldera.
«Es algo muy corriente. Se trata de un cambio de lugar simplemente», asegura a su vez el curador del archivo de Bolívar desde hace siete años, el general Héctor Bencomo.