Estas y otras observaciones de una enfermera estadounidense asignada a la misión diplomática en La Habana fueron incluidas en un despacho enviado en enero del 2008 y publicado este mes por WikiLeaks.
Titulado ‘La medicina cubana: aquí nada es fácil’, el cable ofrece una sombría valoración por la enfermera, no identificada y oficialmente conocida como Practicante del Servicio de Salud al Extranjero (FSHP), que ya había vivido en Cuba por dos años y medio.
El gobierno cubano se jacta de su amplio sistema de salud pública, aunque éste sufrió profundamente después de que los subsidios soviéticos terminaron en 1991. También culpa al embargo estadounidense por la mayoría de los problemas en el sector de la salud. Aunque las ventas de material médico de Estados Unidos a Cuba son legales, el proceso puede ser engorroso y La Habana suele encontrar algunas veces mejores precios en otros lugares.
El cable estadounidense no es una valoración en profundidad del sistema cubano de salud. Más bien es un conjunto de anécdotas tomadas por la enfermera de “manicuristas, masajistas, peluqueros, choferes, músicos, artistas, maestros de yoga, sastres, así como pacientes de VIH/SIDA y de cáncer, médicos y estudiantes de medicina extranjeros”.
En un hospital ginecobstétrico, indicó el despacho, el personal “usó una aspiradora manual primitiva para limpiar” la matriz de una mujer cubana que había abortado “sin ninguna anestesia o medicina para el dolor”.
Un niño de 6 años con cáncer de los huesos sólo podía ser visitado en el hospital por sus padres, añadió el cable “y eso sólo por horas limitadas. No tiene un televisor, ni juegos ni juguetes [. . .]. Los padres no parecen informados sobre el caso de su hijo. Cuando se les preguntó [. . .] lo que sabían sobre el manejo del caso, se encogieron de hombros”.
Muchos jóvenes pacientes de cáncer también ‘‘han sido infestados, según se informa, con hepatitis C después de sus operaciones quirúrgicas” debido a “la falta de una apropiada verificación de la sangre antes de administrarles transfusiones”.
Los pacientes de cáncer que son tratados con quimioterapia o radiaciones reciben “poco en cuanto a atención de síntomas o de efectos secundarios [. . .]. Esto es decisivamente importante para ser capaz de continuar los tratamientos, sin mencionar ayudar a la comodidad de una víctima ya emocionalmente perturbada”, señaló el despacho.
“Los pacientes de cáncer no reciben, ni pueden encontrar localmente medicinas tan sencillas como la aspirina, el Tylenol, lociones para la piel, vitaminas, etc.”, añadió.
Los cubanos con VIH sólo tienen una instalación, el Instituto Pedro Kourí, en La Habana, que puede ofrecerles atención y medicamentos especiales, indicó el cable. Debido a problemas de transportación y costos, algunos pacientes de las provincias pueden ser vistos una sola vez al año.
Los pacientes del instituto también pueden esperar meses por un turno, ‘‘pero a veces pueden avanzar en la cola si ofrecen un regalo”, añadió el despacho. “Se nos ha dicho que cinco pesos cubanos convertibles (llamados CUC, aproximadamente $5.40) pueden conseguir una placa de rayos X”.
Aunque se reportó que la práctica ya no estaba en regla, algunos pacientes con VIH tenían la sigla ‘‘SIDA” impresa en sus carnets de identidad, lo cual les hacía difícil encontrar buenos trabajos o seguir estudios universitarios, según el cable.
Un médico cubano le dijo a la enfermera que los residentes del primero y el segundo año ganan unos $15 al mes. Los residentes del tercer año ganan alrededor de $16, y los residentes del cuarto año ganan unos $18.
“A partir de aquí, por cada cuatro años de práctica un médico recibe 89 centavos de dólar adicionales al mes”, indicó el despacho.
El cable reconoció que las instituciones médicas reservadas para la élite gobernante cubana y los extranjeros que pagan en moneda dura “están higiénicamente calificadas, y tienen una amplia gama de equipos de diagnóstico con un complemento completo de laboratorios, farmacias bien surtidas y suites privadas para pacientes, con televisión por cable y baño”.
Los hospitales y las clínicas para los cubanos promedio no se acercan a esto, añadió el despacho, ofreciendo detalles de las visitas de la enfermera a cuatro centros de La Habana:
En el Hospital Hermanos Ameijeiras, parte del cual está reservado para pacientes extranjeros y fue presentado en el documental Sicko, de Michael Moore, un “regalo” de unos $22 al administrador ayuda a los cubanos promedio a obtener un mejor tratamiento.
El exterior del hospital ginecobstétrico Ramón González Coro estaba ‘‘deteriorado y ruinoso”, y su Unidad de Cuidados Intensivos para recién nacidos estaba “usando un respirador/ventilador Bird para niños muy viejo: el modelo usado en Estados Unidos en los años 70”.
Cuando la enfermera acompañó a una mujer estadounidense embarazada al hospital, hasta el segundo piso, reservado para los extranjeros, recordó “algunos de los hospitales más pobres que ella había visto en Africa: cuartos sin mantenimiento, viejas camas de hierro, colchonetas con una sola sábana, sin aire acondicionado, sin televisión, sin entretenimientos”.
Un médico joven llevó a la paciente y a la enfermera “a un ‘cuarto de reconocimiento’. No había sillas, pantallas, afiches, ningún suplemento o equipo médico; sólo una vieja y oxidada mesa de metal sin nada que la cubriera, ni [. . .] estribos”, indicó el despacho.
“El médico sacó de una gaveta cercana un viejo estetoscopio fetal Pinard hecho de aluminio (de forma tubular, como los usados a finales del siglo) para escuchar los latidos del corazón del bebé”, añadió. “La FSHP no podía creerlo: éste era uno de los mejores hospitales ginecobstétricos de Cuba”.
El médico cubano diagnosticó una infección y recetó un antibiótico, reportó el cable. Una prueba posterior realizada por la enfermera mostró que no había infección, y el antibiótico era “generalmente no recomendado durante el embarazo”.
Durante una visita al Hospital Calixto García, que sólo atiende a cubanos, la enfermera “se sintió impresionada por lo desaliñado de la instalación [. . .] y por la falta de todo (suplementos médicos, privacidad, personal médico calificado). Para la FSHP, fue una escena que recordó alguno de los países más pobres del mundo”.
La sala de emergencias de 22 camas del hospital, que recibe a todas las víctimas de traumas serios en la capital, no tenía instalada tubería de oxígeno ni equipo de monitoreo, y su escáner CT y su MRI ‘‘se dice que están rotos con frecuencia”, indicó el despacho.
En el Hospital Salvador Allende, la sala de emergencias se veía ‘‘muy ordenada, limpia y organizada”. Pero el resto de la instalación estaba ‘‘hecha un desastre”, y los custodios de la entrada ‘‘olían a alcohol”.
“Los pacientes tenían que traer sus propios bombillos eléctricos si querían luz en sus cuartos. Los interruptores habían sido robados de la mayor parte de los cuartos, de modo que uno tenía que conectar alambres pelados para obtener electricidad”, reportó el despacho.
“No había aire acondicionado, y [. . .] el servicio de comidas del hospital consistía de arroz, pescado, huevos y papas día tras día. No disponían de frutas frescas, vegetales o carne”, según el cable.
La enfermera no vio ‘‘ninguna práctica ‘real’ de medicina o de enfermería durante su recorrido de casi una hora por la mayoría de los edificios”, concluyó el despacho. En cuanto a los pacientes, ‘‘no pudo dejar de pensar que podrían estar mejor en sus propias casas”.