Casi la mitad de los reclusos, el 44 por ciento, corresponde a detenciones provisionales, de reos que esperan la celebración de su juicio en la cárcel, un volumen “excesivo”, según el órgano de coordinación de los jueces.
“El uso excesivo de la prisión provisional en Brasil como una especie de anticipación de la pena es una realidad que nos preocupa. Los jueces necesitan tener más criterio en el uso de esta medida”, dijo el coordinador del departamento de monitorización del sistema carcelario del CNJ, Luciano Losekann, citado en un comunicado.
Según el mismo estudio, en los presidios brasileños hay 1,65 personas encarceladas por cada plaza disponible, el peor índice de superpoblación del mundo por detrás de Bolivia, que tiene un índice de 1,66 presos por cada plaza en sus cárceles.
“La situación en los presidios llevó a que denunciaran a Brasil ante organismos internacionales. Falta una política penitenciaria seria”, agregó el funcionario.
Por la falta de espacio en las prisiones, 57.195 presos permanecen encarcelados en los calabozos de las comisarías, “que no cuentan con la infraestructura adecuada”, según la misma fuente.
La superpoblación, el mal estado de conservación y la falta de salubridad de las cárceles brasileñas son dos motivos que generan habitualmente motines y revueltas de presos en cárceles de todas las regiones del país.
El motín más sangriento en Brasil se saldó en 1992 con 111 presos muertos en la cárcel de Carandirú, ubicada en Sao Paulo, que en sus peores momentos llegó a albergar en precarias condiciones unos 10.000 reclusos, el triple de su capacidad.
Este centro de detención, que fue un símbolo de las violaciones a los derechos humanos en el país y el escenario de numerosas fugas, rebeliones y matanzas de presos, fue clausurado en 2002 y posteriormente demolido.