Una jarra, un tubo, una caña, un tercio, un botellín… La podemos pedir con muchos nombres, pero siempre es la misma: la cerveza es una de las bebidas preferidas por los hombres, una alternativa deliciosa y refrescante, que gana enteros en popularidad a medida que bares y restaurantes van abriendo estos días sus terrazas de verano.
Un auténtico reto para los fans del ‘jugo de cebada’, que muchas veces ven en ella una amenaza constante a los esfuerzos por mantener la línea: llevar una dieta equilibrada, acudir de forma regular al gimnasio, mantener un buen nivel de ejercicio cardiovascular… pueden irse al traste si no nos andamos con cuidado a la hora de salir de cañas.
Pero, ¿es tan mala la cerveza como dicen? El simple hecho de que una de las zonas más conflictivas de la anatomía masculina (la temida ‘barriga cervecera’) la incluya en su nombre, parece indicar que, al menos, su consumo puede tener cierta incidencia sobre la ansiada ‘tableta de chocolate’.
Aún así, la cerveza sigue siendo una bebida saludable, perfectamente compatible con nuestra alimentación, siempre y cuando se lleve un ritmo de consumo moderado: un vaso de cerveza contiene apenas 42 calorías por cada 100 ml. (aunque obviamente los valores varían dependiendo del tipo, así como de la cantidad de grados de alcohol que contenga), por lo que siempre es una opción a considerar por delante de otras bebidas, como los combinados, los refrescos, los zumos envasados o los licores, cargados de azúcar y por tanto calorías.
Asimismo, y debido en gran parte a su composición a base de cereales, la cerveza es una fuente natural de hidratos de carbono, vitaminas y proteínas, que ayudan a mejorar determinados factores de nuestra salud, fomentando la circulación sanguínea, ‘subiendo’ los niveles de colesterol ‘bueno’, y actuando como diurético sobre el aparato digestivo, gracias a su alto contenido en agua y su bajo contenido en sodio.
¿Qué es entonces lo que engorda? Por norma general, y sobre todo en España, donde la tradición manda ‘ir de tapas’, no es la cerveza en sí la que añade calorías, sino con qué la acompañemos: los pintxos, las tapas y las raciones, casi siempre en forma de tortilla, olivas o fritos, y que consumimos casi sin pensar, suelen ser los verdaderos ‘culpables’ de ese incremento de peso, que a veces acompaña al inicio de la temporada veraniega.
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