Han transcurrido 43 días del secuestro del hijo del basquetbolista venezolano Juan Manaure. Aún no hay pistas sobre el paradero del adolescente de 14 años que fue plagiado el 23 de diciembre en el barrio Marín de San Agustín del Sur.
A medida que corren los días la incertidumbre y la impotencia del jugador han aumentado, y aunque el miércoles cuando se hizo el desfile militar, él se acercó a Fuerte Tiuna para entrevistarse con el presidente Nicolás Maduro y pedir que se agilicen las investigaciones del caso, el mandatario no lo recibió.
Manaure ha pedido hablar con el jefe de Estado desde el 28 de diciembre, pero no ha sido posible. La ayuda de parte del gobierno ha sido poca.
“Estoy alojado en el cuarto de descanso de un mayor de apellido Hurtado en Fuerte Tiuna y he querido ir hasta San Agustín, donde secuestraron a mi hijo, a buscar ropa y comida, y no puedo porque es peligroso. Solicité a la Fiscalía una medida de protección para ir acompañado de funcionarios policiales y hasta ahora no la he recibido. Esta semana me atendió un hermano de la almiranta Carmen Meléndez y me prometió que me ubicaría un apartamento en Fuerte Tiuna, mientras resolvía la situación, pero tampoco se ha concretado. Estoy damnificado y sin esperanzas de ver a mi hijo de nuevo”.
Hasta la fecha la única información oficial que ha recibido la familia del menor de edad es la detención de una prima que había suministrado datos del adolescente a su esposo que está preso en la cárcel de Tocorón y desde allí se había planificado el plagio.
“El director del Cicpc, Douglas Rico, me dice que no puede darme más detalles del caso para no entorpecer las averiguaciones. Pero este silencio es desesperante, siento que las averiguaciones están estancadas. Este año iba a firmar contrato con el equipo Panteras de Miranda y no he podido ir a los entrenamientos. No tengo cabeza para nada. Tengo más de 40 días sin dormir y estoy pegado al celular a ver si recibo de nuevo la llamada de los secuestradores. La madre de mi bebé está bajo sedantes porque se ha intentado suicidar varias veces. Esto no se lo deseo a nadie. Este dolor es solo comparado con la muerte”.
Los plagiarios solo se han comunicado con Manaure en dos oportunidades: los días 25 y 26 de diciembre. En la segunda llamada pudo hablar con su hijo, que le dijo: “Papá, ayúdame, me van a matar”.
Cobra fuerza. El secuestro del hijo del deportista es una prueba de que este delito ha ido aumentando. Según el abogado criminalista Fermín Mármol García, anualmente se registran 3.000 plagios en el país, cuya tasa se ubica en 10 secuestros por cada 100.000 habitantes. Una fuente del Cicpc indicó que durante el año 2016 fueron denunciados más de 100 secuestros mensuales en el área metropolitana de Caracas y en el interior del país el promedio por mes superó las 150 denuncias en estados como Aragua, Carabobo, Lara y Zulia.
Aunque las cifras de secuestros son alarmantes, los casos de niños y adolescentes son atípicos.
“Cuando los menores de edad son el objetivo es porque el móvil de este delito es una venganza que en su mayoría es planificada por allegados a su entorno familiar, como el caso del hijo del jugador de básquet, Juan Manaure. La mayoría de los niños que han sido víctimas de secuestro han fallecido durante el cautiverio”.
De acuerdo con una fuente del Cicpc, 5% de los plagios involucran a menores de edad. De cada 20 casos que se reportan, dos tienen entre sus víctimas a niños y adolescentes.
“A ellos los retienen en los secuestros express. Anteriormente, las bandas dedicadas a este tipo de delitos se abstenían de cometerlos cuando se daban cuenta de que los conductores llevaban pequeños, ahora no les importa. Si hay bebés, de igual modo, los ruletean para luego quedarse con el vehículo”, señala.
Así ocurrió con María Eugenia Ravelo, (nombre ficticio para proteger su integridad). La interceptaron dos hombres cuando salía con su hijo de cinco años de un edificio de La Castellana en diciembre del año pasado.
“Nos tuvieron tres horas dando vueltas. Mi hijo se puso nervioso, me preguntaba quiénes eran esos tipos. Le dio una crisis de llanto y después que nos liberaron no quería ir a clases, estaba retraído. No fue fácil lo llevé a terapia y le llevó tiempo superar ese trance”, reseñó la mujer.
Lucha contra el aislamiento y el miedo
Geraldine Henríquez, psicóloga criminal, ha documentado 15 casos de menores con edades comprendidas entre 10 y 15 años que han sido víctimas de secuestro para prostitución y venta de órganos. Uno de ellos fue plagiado por un grupo de delincuentes con la intención de vender sus órganos, pero logró escapar de sus captores. Era un joven de 11 años. Unos hombres lo interceptaron a la salida del plantel donde estudiaba y lo montaron en un vehículo. Le vendaron los ojos y lo pusieron boca abajo. Él solo sentía cuando el carro subía y bajaba. Dos horas después lo condujeron a una vivienda improvisada. Allí le dieron comida y le quitaron el vendaje. El muchacho pidió el baño prestado y observó que en la parte posterior había una hoja de latón doblada y abrió un pequeño boquete. Por allí salió y corrió hacia una bomba de gasolina. Llevaba escondido un celular que lo sacó para llamar a su madre y lo rescató.
Luego de vivir esta experiencia tanto los niños que son víctimas directas de este tipo de delitos como los padres, según la experta, deben recurrir a la ayuda de un psicoterapeuta. Por lo general, los menores se aislan del núcleo familiar como un mecanismo de defensa porque piensan que sus parientes los expusieron a esa situación.
“Pueden tener pesadillas, temor a salir de casa, alteraciones en el sueño y la comida. Suelen presentar confusiones y pasar de sociables a apáticos”, explicó. También los padres muestran sentimientos de culpabilidad, ansiedad y sienten que no están en capacidad de cuidar a sus pequeños.
Estas emociones son superadas a través de sesiones que les permitan asimilar lo ocurrido, recuperar la confianza y los valores familiares para retomar su vida con normalidad.
Natalia Matamoros-El Nacional