Bandas de «niños de la calle asesinos» azotan Plaza Venezuela,Sabana Grande y Chacaíto.
Cuatro días antes de que atacaran con cuchillos al sargento primero del Ejército, Johan Borrero, y al sargento segundo, Andrés José Ortiz, los niños y adolescentes que integran la banda Los Cachorros agredieron a un mesonero del restaurante La Tinaja de Sabana Grande.
Era la 1:00 pm y las mesas estaban colmadas de clientes. El trabajador estaba atareado recibiendo los pedidos cuando se le acercó un grupo de cuatro muchachos. Vestían shorts, tenían las franelas sucias y los zapatos rotos. Todos los días se acercaban para pedir algo de comida, pero ese día no había. “Tenía la carta del menú y les hice señas para que se marcharan porque estaba ocupado. Apenas les dije eso y uno de los pequeños, que no llegaba a los 12 años, enfurecido, sacó un punzón e intentó clavármelo en el abdomen”.
El mesonero pudo esquivarlo y lo neutralizó. Los otros muchachitos le decían al pequeño infractor: “Chamo, quédate quieto, no ves que él es pana, que siempre nos ayuda”. Pero el niño cegado por la rabia decía: “Te voy a sacar los ojos”, cuenta el empleado. Desarmó al muchacho que junto al resto de la pandilla corrió hacia la calle Los Jabillos.
En esta área hay tres grupos integrados cada uno por entre 15 y 20 adolescentes y niños. Sus edades varían entre los 4 y 17 años. Uno de estos grupos, según un vecino del bulevar, controla Plaza Venezuela, otro Sabana Grande (Los Cachorros) y el tercero, Chacaíto. Ninguno puede invadir el territorio del otro y al que se atreva le dan una paliza.
“Hace dos semanas cuatro muchachitos se cayeron a golpes. Hasta mordiscos se dieron. Parecían fieras. A pocos metros estaban unos funcionarios y no se molestaron en separarlos porque ya esos enfrentamientos son normales y ellos saben que es por el control de la zona”, explica una residente del lugar.
Establecen sus normas
En esos sectores las leyes las imponen estos grupos. En el día piden en los negocios y los fines de semana asaltan a los clientes que salen de las tascas y discotecas.
Una de las integrantes de la banda Los Cachorros, cuenta la residente, es una joven de 15 años. Su estatura es de apenas 1,50 metros, pero sus rasgos físicos, que denotan candidez, contrastan con su actitud violenta. Junto a otros muchachos de su edad, consume alcohol y droga sintética, afirman. Viven en la calle y cuando duermen lo hacen sobre el techo de un kiosco de la calle El Colegio del bulevar. Colocan cartones como sábanas y para resguardarse del frío. Otro grupo de niños y adolescentes vive en los edificios de la Misión Vivienda de la calle El Colegio y la avenida Solano.
Los más grandes, como la que llaman María, usan a los más pequeños como señuelo para pedir y luego robar. “Hace dos semanas, un pequeño de 8 años le lloró a una señora en un restaurante para que le diera algo de dinero. Le dijo que no tenía familia, que vivía en la calle y que por favor lo ayudara para completar el dinero del pasaje, que supuestamente iba a ir a Petare. Cuando sacó el monedero, se lo arrebató y corrió. Afuera lo esperaba la muchacha de 15 años. Se desaparecieron”.
A los ancianos que cobran la pensión en los bancos los tienen azotados. “Les sacan chuzos para quitarles el dinero. A las haitianas que venden frutas les llevan los mangos”, afirma la vecina.
Otro residente de la calle Villafor indica que en ese sitio hay cerca de cinco tascas. En las noches esperan sigilosos a que los clientes ebrios salgan para interceptarlos. “De mi apartamento vi como a un grupo de personas que salía de una discoteca lo interceptaron cinco muchachos. Parecía una jauría de lobos hambrientos, les hicieron una rueda de pescado a los hombres que salieron borrachos del bar y los despojaron de las billeteras y los celulares. Nadie los auxilió porque después de las 10:00 pm las calles del bulevar están desprovistas de funcionarios policiales. Ellos trabajan en horario de oficina”, afirma el hombre.
Un local de comida rápida, de la calle Negrín, no se salvó del asedio del grupo de infractores. Hace tres meses, tres muchachos le cayeron a pedradas a la pared de vidrio lateral del negocio. Eran las 2:00 am, el ruido alertó al vigilante que se había resguardado en la parte posterior del local. Los adolescentes entraron y se llevaron la comida. El agente de seguridad no pudo actuar, lo invadió el miedo. Sabía que esos muchachos son de temer y que llevaba las de perder si se les enfrentaba.
Un poco más abajo, en Chacaíto, otro grupo de muchachos que deambulan por los callejones y otro tramo del bulevar se reúne en las noches para tomar alcohol, destruir los vidrios de los carros que se estacionan en esos cruces y llevarse los reproductores. “Mi cuñada dejó su carro parado en una de las cuadras que conducen al bulevar y cuando escuchó un ruido, se asomó desde la ventana de mi apartamento y se percató de que los chamos se llevaban el reproductor. Les gritó y cuando bajó se habían escapado hacia el centro comercial Chacaíto”, dijo una residente de Chacaíto, quien asegura que ellos son los que se montan en las estaciones del Metro a pedir.
Actuación tardía
Luego de lo ocurrido por las calles del bulevar, esta semana no se observó ni un niño en situación de calle. Cuentan comerciantes y vecinos que los funcionarios de la GNB se llevaron a los que deambulaban para interrogarlos e investigar su vinculación con el doble crimen. Pero aseguran que este despeje es momentáneo. “Tuvo que ocurrir la tragedia de los dos militares asesinados para que pudieran actuar. No hay políticas para rescatar a estos muchachos en situación de calle y llevarlos a lugares donde se les garantice educación y puedan ocupar su tiempo en actividades productivas”, dice un vendedor.
Diariamente reciben entre 25 y 30 denuncias de menores de edad incursos en microtráfico y robo en el bulevar, asegura una fuente policial. En la semana se hacen cerca de 10 detenciones de adolescentes que son llevados a retenes, pero a los pocos días salen a cometer infracciones nuevamente.
Sin centros de asistencia
De los seis menores de edad que fueron detenidos por el homicidio de los dos militares el domingo 19 de marzo, dos, uno de 8 años y otro de 12, fueron llevados a un centro de atención al menor en Caracas. De acuerdo con el abogado de Cecodap, Carlos Trapani, estas instituciones fueron ideadas para atender víctimas y no victimarios.
“Ellos no cuentan con un personal especializado para asistir a niños que han cometido delitos como este caso. Deben disponer de un equipo de psiquiatras, sociólogos y de una herramienta metodológica para asistir a estos niños”, advierte.
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