El 1° de enero 1958 se produjo una rebelión contra la dictadura, movimiento encabezado por el Coronel Hugo Trejo. Contó con la participación de las guarniciones de Caracas, Maracay, Fuerza Aérea y Blindados. El levantamiento fracasó, la crisis se profundizó.
Los militares comenzaban a mostrarse agraviados al ser vinculados con la represión y la tortura, la resistencia se fortaleció con más presencia y apoyo popular. El régimen ahondo en represión, las cárceles se llenaron de presos políticos como nunca desde tiempos de Gómez.
La participación ciudadana rechazó el castigo y conectó con la oposición, sectores sociales se incorporaron a la lucha: jóvenes, estudiantes, intelectuales, profesionales, suscribían manifiestos que penetraron el corazón de las instituciones, especialmente la militar comprometida con la dictadura pérezjimenista y sus abusos.
Prosperaron las manifestaciones, los cuerpos de seguridad perdieron el control público. La resistencia llevaba meses actuando y creciendo en la clandestinidad, liderada por la Junta Patriótica, que convocó a la huelga general para el día 21, que se inició con el paro de la prensa, seguido poco después por la mayoría ciudadana. El éxito fue rotundo.
El dictador, tratando de salvar lo insalvable, cambió a los más cuestionados funcionarios, como el Ministro del Interior Laureano Vallenilla Lanz, y Pedro Estrada, director del organismo policial Seguridad Nacional, represora, torturadora y asesina política.
Las calles continuaron sin descanso en protestas y enfrentamientos, que se incrementaron. El angustiado Pérez Jiménez hizo llamadas y fue comprobando la pérdida de respaldo y obediencia. El día 22 se reunieron jefes castrenses en la Academia Militar, formando una Junta de Gobierno para solicitar la renuncia presidencial.
El 23 de enero de 1958, a las 4 de la madrugada, el avión presidencial -“La Vaca Sagrada”- despegó de La Carlota, cuando los caraqueños dormían. Había expirado la dictadura de Pérez Jiménez, quien escapó rumbo a Republica Dominicana, bajo el amparo del tirano Rafael Leónidas Trujillo
Asumió el poder una Junta Militar presidida por el contraalmirante Wolfgang Larrazábal, oficial de mayor rango. De inmediato el pueblo rechazó la presencia de dos oficiales populares entre sus pares pero relacionados al exiliado dictador. Fueron sustituidos por dos civiles: Eugenio Mendoza y Blas Lamberti. La democracia amaneció para quedarse, con tanta fuerza ciudadana que varios intentos para derribarla de izquierda y derecha, invasiones e intervenciones armadas de la tiranía fidelista, fueron derrotados por la fortaleza moral de la democracia y la actitud decidida de militares bien preparados y sólidamente fieles a su juramento.
59 años han trascurrido, las cosas no son iguales; las circunstancias muy distintas, los dirigentes diferentes, la democracia ha sido tergiversada demasiado tiempo, el Gobierno procastrista se lanzó por el barranco del absolutismo comunista con sus consecuencias: desastre económico, protestas y represión.
Aquel enero destellaban ciudadanos aguerridos, valientes, dignos, llenos de valores y principios éticos, de buenas costumbres ciudadanas que, convencidos de que vivíamos en dictadura, se lanzaron sin miedo a recuperar la democracia y la libertad. No significa que el ciudadano de hoy carezca de características similares, pero seamos sinceros, el país, su vida diaria y comportamientos sociales, han cambiado y distan de aquellos héroes demócratas que no vacilaron en anteponer a sus intereses personales, mezquindades partidistas, egos y ambiciones, los intereses ciudadanos, de todos, del país. Reconocerlo es una pesadilla, duele, es la verdad que se percibe.
Afortunadamente, aun permanecen entre nosotros sobrios participantes y activistas de aquella época, como Enrique Aristeguieta Gramcko, a quien además de rendir reconocimiento ganado y agradecer sus sacrificios, deberíamos solicitarle consejos, analizar su experiencia, aprender de él y otros que tienen más historia, pueden contar pasados y comparar con decepciones actuales. Sin embargo, algunos hacen lo contrario, lo apartan, lo ignoran, piensan que es un anciano que perdió facultades y que nada tiene que aportar. ¡Qué equivocados! Quienes así piensan son los pedantes majaderos, lerdos que tanto daño han hecho y siguen haciendo.
Venezuela, que de manera desastrosa ha irrumpido entre palabrería y sueños derrumbados en el siglo XXI, está desmoralizada, pues lo que observa es la premiación de los que fracasan y vuelven a fracasar, son ascendidos y ratificados. No tienen ni la capacidad ni la decencia ni mucho menos dignidad para renunciar tras ninguno de sus errores. Imposible progresar con adulantes que siguen órdenes, complacen caprichos y componendas, pero no exhiben méritos.
Atendamos el llamado a rescatar el espíritu de aquél 23 de enero. Tenemos la oportunidad de ser parte del rechazo nacional, demostrar que hemos recuperado la conciencia democrática, que no estamos dispuestos a seguir tolerando abusos y represión. Concurramos con orgullo venezolano, jactanciosos de haber nacido y crecido en esta patria llena de hermosuras naturales y gentilicio que produce envidia. Recuperemos el compromiso verdadero de ser ciudadanos. Gritemos con reciedumbre ¡libertad! Proclamemos que somos un país de libertadores y demostremos la decisión de luchar contra cadenas rojas y brujería negra con que nos quieren sojuzgar. Hay que resistirse por Venezuela, nuestros hijos y nietos.
Recobremos la valentía que una vez libertó media América. Con la cabeza en alto, salgamos a marchar en rechazo a la inseguridad, escasez de medicinas y alimentos, precariedad de los servicios públicos, indignantes y humillantes colas. Vamos a rescatar el derecho al voto, libertad de los presos políticos y regreso de los exiliados. Protestemos el secuestro de las instituciones y el maltrato a la Constitución. Rechacemos la sociedad de cómplices y la corrupción con sus activistas de la demagogia, traidores a los principios, la impunidad de sátrapas, delincuentes de cuello blanco, violadores de los derechos humanos y sinvergüenzas.
No aceptemos imposiciones ni dueños, salgamos de esta congoja tenebrosa. ¡Ése es el espíritu del 23 de enero!
No importa a cuál sitio geográfico, no interesa si politiqueros deslenguados y falsarios anuncien que vamos y no llegamos. Lo que importa es recuperar la dignidad y el orgullo de la Venezuela auténtica, la que hizo la gran historia que perjuros desfachatados tratan de arrebatar.
¡Es el nuevo 23 de enero de 2017!
@ArmandoMartini
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