Esta es la columna completa, tal como la publica El Nuevo Herald:
Un nuevo estudio según el cual los ricos de Latinoamérica se han hecho aún mas ricos a pesar de la crisis económica seguramente enfurecerá a varios líderes populistas. Pero lo que debería ser más preocupante del informe es que los ricos de la región planean donar menos para caridad que sus contrapartes de otros lugares del mundo.
Según el “Informe sobre la Riqueza Mundial 2010” publicado por Capgemini y Merril Lynch, la suma de las fortunas de los ricos latinoamericanos –definidos como quienes tienen más de 1 millón de dólares en inversiones financieras, excluyendo sus casas y colecciones de arte– creció en un 15 por ciento el año pasado, apenas por debajo del promedio mundial del 19 por ciento.
Sin embargo, si medimos las fortunas de los ricos latinoamericanos desde principios de la crisis económica mundial del 2007, sus inversiones financieras crecieron un 8 por ciento, más que en cualquier otra región del mundo.
Según me dijeron los autores del informe, eso ocurrió porque mientras los ricos estadounidenses y europeos perdieron mucho con el derrumbe de las bolsas de valores en el 2008, los latinoamericanos se beneficiaron por tener inversiones más seguras, y porque sus ingresos subieron gracias a las monedas fuertes de sus países.
“Los individuos latinoamericanos de alto nivel adquisitivo tuvieron un buen índice de crecimiento”, me dijo Ileana Van der Linde, de Capgemini, una de las autoras del informe. “En los últimos dos años, sus fortunas en general crecieron más rápidamente que las de cualquier otra región del mundo”.
No resulta sorprendente que el magnate mexicano de las telecomunicaciones, Carlos Slim, se convirtiera este año en el billonario más rico del ranking de la revista Fortune.
En lo que hace al número de ricos en Latinoamérica, creció de 400,000 en el 2007 a 500,000 el año pasado, según el informe Capgemini-Merrill Lynch.
¿Esto debería provocarnos indignación? Probablemente no, porque además de beneficiarse de sus inversiones más seguras y de las monedas fuertes de sus países, los ricos de la región invirtieron más que antes en sus países. El informe dice que aumentaron sus inversiones domésticas en un 2 por ciento el año pasado, hasta alcanzar el 47 por ciento.
Lo que debería resultar más preocupante es que los ricos de la región son, en promedio, menos generosos que sus contrapartes de otras partes del mundo. Una versión anterior del mismo informe, en el 2007, decía que los ricos latinoamericanos destinaban tan sólo un 3 por cientos de sus fortunas a la caridad, mientras que los ricos de Estados Unidos y de Asia donaban un 12 por ciento de su dinero.
Este año, el estudio anual de Capgemini-Merrill Lynch –que se basa en información proporcionada por bancos y empresas financieras– no les preguntó a los ricos cuál era el porcentaje de sus fortunas que destinaban a donaciones. En cambio, les preguntaron cuánto dinero pensaban donar a entidades filantrópicas en el 2010. Una vez más, las cifras correspondientes a Latinoamérica resultaron desalentadoras.
En el mundo, el 55 por ciento de los ricos de Asia, el 41 por ciento de los de Europa, el 37 por ciento de los de Estados Unidos, el 35 por ciento de los del Medio Oriente y el 33 por ciento de Latinoamérica dijeron que planeaban donar más dinero en el 2010. El promedio mundial de donaciones previstas fue del 41 por ciento, me dijo Van der Linde.
Es cierto que los ricos latinoamericanos donan menos que sus contrapartes del resto del mundo porque muchos de sus países no ofrecen incentivos impositivos para deducir las donaciones de sus impuestos, como ocurre en Estados Unidos. Además, muchos ricos latinoamericanos donan dinero de manera anónima, porque temen ser secuestrados.
Y también hay un factor cultural, según me dicen dirigentes de instituciones filantrópicas. Mientras en Estados Unidos hacer donaciones es un símbolo de estatus, no ocurre lo mismo en Latinoamérica, afirman.
Mi opinión:
Lo importante no es que los ricos latinoamericanos se hayan hecho más ricos, porque en general tienden a crear más empleo y a contribuir más a reducir la pobreza que los líderes populistas que los atacan, y que ahuyentan las inversiones.
Y aumentar los impuestos de los ricos puede ser complicado en algunos países de gran economía subterránea, en que la base tributaria se reduce a unos pocos empresarios acaudalados.
Pero sí creo que los ricos de la región podrían ser más generosos. ¿Acaso alguno de ellos ha prometido donar por lo menos la mitad de su patrimonio en vida o después de su muerte, como ya lo hicieron los billonarios estadounidenses Bill Gates y Warren Buffett, y exhortaron a hacer a sus pares este mes?
Yo no sé de ninguno. Es hora de empezar a pensar en maneras de incentivar a los ricos de la región a donar más, y a convertir la filantropía en un símbolo de estatus entre ellos.
Los ricos latinoamericanos
Andrés Oppenheimer
El Nuevo Herald