“Habida cuenta de las difíciles condiciones que atraviesa el país, el presidente Mohamed Hosni Mubarak decidió abandonar el puesto de presidente de la República y encargó al consejo supremo de las Fuerzas Armadas administrar los asuntos del país”, anunció el vicepresidente Omar Suleimán en una breve intervención televisada.
“¡El pueblo ha hecho caer al régimen!”, gritaba una multitud en la emblemática plaza Tahrir (de la Liberación) convertida en símbolo del movimiento de protesta iniciado el 25 de enero contra Mubarak, de 82 años, que llevaba tres décadas en el poder.
Gritos de júbilo y estruendos de bocinas celebraron la noticia en El Cairo, donde cientos de miles de manifestantes participaban en una multitudinaria protesta, bautizada Viernes de la Cólera, que reunió a más de un millón de personas en todo el país.
“Felicitaciones Egipto, el criminal se fue del palacio”, afirmó en Twitter Wael Ghonim, uno de los jóvenes blogueros egipcios que iniciaron esta revolución, convertido en héroe tras pasar doce días detenido por los temibles servicios de seguridad del Estado.
Los Hermanos Musulmanes, el más articulado de los grupos opositores egipcios, que se sumó tardíamente a las protestas, felicitaron al pueblo y al ejército egipcios.
Mubarak, que el jueves había delegado sus poderes al vicepresidente, había partido con toda su familia a Sharm el Sheij, ciudad balnearia a orillas del mar Rojo, antes de que se anunciase su dimisión.
La jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, reaccionó inmediatamente en Bruselas, considerando que la dimisión de Mubarak abre la vía a “reformas más rápidas y profundas” en mayor país del mundo árabe.
La jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, llamó por su lado a las nuevas autoridades egipcias a respetar el tratado de paz con Israel.
Egipto, el más poblado de los países árabes (80 millones de habitantes) es también uno de los dos únicos (el otro es Jordania) en reconocer plenamente al Estado hebreo.
La Casa Blanca anunció que el presidente de Estados Unidos Barack Obama se pronunciaría en breve y la Bolsa de Nueva York pasó súbitamente al alza tras la renuncia del líder egipcio, borrando las pérdidas registradas en la apertura.
Una explosión de júbilo recorrió también las calles de la capital de Túnez, cuya rebelión popular inspiró a la egipcia.
El movimiento islamista palestino Hamas saludó el “inicio de la victoria de la revolución” egipcia, mientras un dirigente israelí deseó una “transición a la democracia sin sobresaltos”.
Las autoridades de la República Islámica de Irán calificaron la caída de Mubarak de “gran victoria” de los egipcios.
El ejército egipcio se había comprometido por la mañana, antes de la renuncia de Mubarak, a garantizar la organización de “elecciones libres y transparentes según las enmiendas constitucionales decididas”.
En el décimo octavo día de protestas, unas 200.000 personas volvieron a abarrotar la emblemática plaza Tahrir (de la Liberación), convertida en epicentro del movimiento y campamento improvisado de miles de egipcios determinado que vencieron en su empeño de hacer caer el régimen.
Las protestas desbordaron de este lugar para propagarse a numerosos puntos de la capital: la sede del Parlamento, el Palacio Presidencial, los locales de la radio-televisión pública. Entre 400.00 a 500.000 manifestantes se congregaron también en Alejandría (norte), segunda ciudad del país.
Un manifestante murió el viernes en un tiroteo entre manifestantes antigubernamentales y la policía en la localidad de Al Arish, en el Sinaí. Fue probablemente el último de las cerca de 300 víctimas mortales registradas desde el inicio de las protestas, según un balance de Naciones Unidas.
“¡Vete, vete!”, había coreado la plaza durante la oración musulmana de mediodía, celebrada ante un predicador musulmán que no pudo contener las lágrimas.
Según testigos, algunos soldados habían abandonado sus armas y uniformes para unirse a las manifestaciones.