La única razón por la que no hubo una goleada azulgrana fue por la defensa casi perfecta que mostró el Milan. Así, la entrega de los lombardos se tradujo en el empate a 30 segundos del final.
Los italianos atacaron una vez cada tiempo y marcaron en ambas oportunidades: a los 20 segundos de juego, Alexandre Pato anotó entre las piernas de Víctor Valdés tras fabricarse un mano a mano a la carrera. Luego, a instantes del final, un tiro de esquina les dio un empate con sabor a victoria.
A los 35 minutos, con el Barça abajo 0-1, a Messi se le ocurrió que Nesta, Silva y compañía estaban defendiendo tan bien que era imposible pasarlos para empatar el juego. Es que la defensa milanista se portó a la altura, como cuando Nesta era acompañado por Costacurta y Paolo Maldini. Pero Messi no come cuento…
El argentino resolvió la ecuación con una corrida similar a la de Pato, pero más cortita: un auto pase de película en cuatro baldosas sirvió para arrastrar la marca y dejar a Pedro Rodríguez solo contra el arco de Abiatti. 1-1.
La segunda parte tenía pinta de fotocopia de la anterior: el Barça atacaba, el Milan defendía, y bueno, sucedió: Villa marcó un golazo genial de tiro libre. Entonces el mundo comenzó a recordar las goleadas barcelonistas.
Pero la pelota no entraba. No entraba, no entraba, y no entró sino del otro lado. Estaba tan aburrido el juego, que el árbitro decidió no pitar un penal clarísimo a favor de los locales porque a fin de cuentas iban ganando y qué flojera.
Cesc Fábregas y Xavi dominaron la media cancha, claro. Lo mismo había pasado durante el primer tiempo con Iniesta. Pero nadie concretó. El Barcelona se durmió en los laureles y el Milan empató con gol de Silva a fuerza de sangre y ganas a menos de un minuto del final. 2-2.