En tal sentido, Villegas afirma que “sólo basta la incondicionalidad para que alguien se gane el cielo rojo-rojito, y al menor síntoma de reflexión, de discrepancia o, incluso, de liderazgo con peso propio, ya hay material suficiente para que la inquisición se ponga en marcha”.
Esta es la columna que publica este martes El Nacional:
Las expresiones del presidente Hugo Chávez contra Henri Falcón este fin de semana dejan muy pocas dudas sobre la ausencia de espacios para el debate y para la reflexión.
Todo se resuelve por la vía del calificativo. Le criticamos, con toda razón, a Estados Unidos que unilateralmente certifique o descertifique a los países en materia de lucha contra las drogas, y aquí certificamos o descertificamos como revolucionarios o traidores, patriotas o apátridas con una facilidad pasmosa.
Sólo basta la incondicionalidad para que alguien se gane el cielo rojo-rojito, y al menor síntoma de reflexión, de discrepancia o, incluso, de liderazgo con peso propio, ya hay material suficiente para que la inquisición se ponga en marcha.
En su programa dominical, el Presidente reconocía en Henri Falcón su honestidad personal más no su honestidad política. Y uno no puede dejar de observar que el mejor acto de honestidad política e intelectual es precisamente hablar claro y sin tapujos, como lo hizo el gobernador larense en su carta pública al jefe del Estado.
¿Es más honesto quien calla para preservar espacios o para tapar sus metidas de pata o de mano que aquél que asume la responsabilidad de apegarse a la conciencia? Buena pregunta, ¿verdad, Presidente? Y fíjense, curiosamente, el Presidente no se ha referido ni a una sola línea de esa carta. El peso de las verdades allí contenidas lo obligó a irse por el ya tradicional camino de la excomunión.
Convertir en hereje a Falcón es más fácil que leer sin resentimientos y con sentido autocrítico este llamado de alerta frente a la arbitrariedad en el ejercicio del poder y el daño que esto puede causarle no sólo al Gobierno nacional sino también a los ciudadanos y al país.
El anuncio presidencial de un Consejo de Gobierno encabezado por la alcaldesa de Barquisimeto y el vaticinio de que a Falcón le queda poco tiempo en la gobernación es la mejor confirmación de que el cuadro descrito en esa carta tiende a agravarse. Más verticalismo, menos diálogo, más prepotencia, menos humildad, son un peligroso menú que día a día se traduce en quiebre de esperanzas, en frustraciones y, muy en concreto, en pérdida de apoyo popular.
Sabemos que en el PSUV mucha gente se identifica con las inquietudes expuestas públicamente por Falcón, y aunque no lo expresen a viva voz la procesión de la conciencia va por dentro.
El dilema de este momento va más allá de escoger entre Chávez o Falcón. Se trata de elegir entre el proyecto de país plasmado en la Constitución de 1999 o decidirse por un esquema absolutamente inviable, de decisiones teñidas de autoritarismo, de irrespeto a la diversidad y de vulneración, por vía de hecho, de la voluntad popular.
Se trata de escoger el camino de las rectificaciones y del estricto apego a nuestra carta magna, o de incurrir en el más grave de los saltos de talanquera, que no es otro que el de saltarse la Constitución. Cualquier otro dilema es absolutamente secundario frente a éste.
Delpino Ha muerto Juan José Delpino. Pasó por la presidencia de la CTV y salió de ella con su buen nombre a salvo. Aun siendo militante adeco no dudó en alzar su voz frente al paquete neoliberal que impusieron CAP y sus “Chicago boys”.
Juan José Delpino militaba en ideas distintas a las nuestras, pero siempre lo estimamos como una persona honesta y luchadora, que no encharcó su figura en las funestas prácticas en las cuales incurrieron ciertas caras nefastas del sindicalismo cetevista. Paz a sus restos, y nuestras condolencias a doña Rosa, a Juan Carlos y a toda su familia.
La excomunión de Henri Falcón
VLADIMIR VILLEGAS
“El Nacional”